



Todo lo que necesitas saber para planificar tu viaje: rutas, entradas, trekkings y consejos para disfrutar Machu Picchu abierto todo el año
Actualizado en octubre 2025
Hay lugares que no se visitan, se sienten. El Valle Sagrado de los Incas y Machu Picchu son de esos: espacios donde las montañas parecen tener memoria y cada piedra guarda un secreto de hace más de 500 años. Para los viajeros jóvenes que buscan más que una foto, este tramo del viaje por Perú es una experiencia que mezcla historia, energía y aventura en dosis perfectas.
Ubicado entre Cusco y la selva amazónica, el Valle Sagrado fue el centro agrícola y espiritual del imperio inca. Sus terrazas infinitas, templos alineados con las estrellas y pueblos que aún hablan quechua son testimonio de una civilización que entendía la naturaleza como algo sagrado. Hoy, recorrerlo es como viajar entre dos tiempos: el antiguo y el actual, donde la cultura andina sigue viva.
Machu Picchu, la joya final de esta ruta, se levanta sobre un paisaje de nubes y quebradas como si estuviera suspendido en el aire. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, esta ciudadela no solo es una de las siete maravillas modernas del mundo: es un símbolo de resistencia cultural y de conexión con la Pachamama.
La buena noticia es que Machu Picchu permanece abierto todo el año. Incluso durante la temporada de lluvias —entre enero y marzo— se puede visitar sin problema. Lo que sí cierra en febrero es el Camino Inca clásico, una de las rutas de trekking más famosas del mundo, que se suspende ese mes por mantenimiento y conservación. Si tu plan incluye hacerlo, solo tendrás que ajustar fechas; si no, el resto de accesos (tren, bus, u otras rutas de caminata como Salkantay o Lares) siguen funcionando con normalidad.
La temporada seca (de mayo a septiembre) es la más popular: cielos despejados, caminos firmes y amaneceres perfectos para las fotos. La temporada verde, en cambio, trae lluvias breves, menos turistas y paisajes más intensos. En ambas, el consejo es el mismo: aclimatarte uno o dos días en Cusco antes de empezar el recorrido, hidratarte bien y moverte con calma.
En los siguientes capítulos recorrerás paso a paso el Valle Sagrado: desde los pueblos vivos de Pisac, Chinchero y Ollantaytambo hasta la última subida hacia Machu Picchu. Aprenderás cómo llegar, qué boleto elegir, qué rutas de trekking existen y cómo aprovechar al máximo la visita. Porque este viaje no se trata solo de llegar al sitio, sino de entender todo lo que lo rodea: el corazón del mundo inca late mucho antes de que veas las ruinas entre la niebla.
👉 Si planeas comenzar tu aventura desde Cusco, te servirá leer primero la Guía mochilera de Cusco 2025.
Llegar a Machu Picchu no es complicado, pero sí requiere coordinación. No hay una sola forma de hacerlo: puedes viajar en tren, combinar transporte terrestre y caminatas, o sumarte a un trekking de varios días. La clave está en planificar con tiempo, especialmente en temporada alta (de mayo a septiembre).
El punto de partida habitual es Cusco, donde todo comienza. Desde aquí, la primera etapa es llegar a Ollantaytambo, el último pueblo del Valle Sagrado conectado por carretera antes del santuario. Puedes ir:
En bus o taxi colectivo desde la calle Pavitos (1 hora y 45 minutos, unos 15–20 soles).
En taxi privado (más rápido y cómodo si viajas en grupo).
O dentro de un tour que incluya paradas en Pisac o Chinchero.
Desde Ollantaytambo, tienes dos caminos:
1. En tren (la opción más práctica).
Los servicios de PeruRail e IncaRail conectan Ollantaytambo con Aguas Calientes (Machu Picchu Pueblo).
Duración: entre 1h45 y 2h.
Precios: desde 60 USD ida y vuelta en clase Expedition (los más básicos).
Tip: si quieres ahorrar, compra con semanas de anticipación o elige horarios muy temprano o muy tarde.
2. Por Hidroeléctrica (la opción mochilera).
Desde Cusco puedes tomar un bus hasta Santa Teresa y luego a Hidroeléctrica (6–7 horas de viaje total). Desde allí, una caminata de 10 km (2–3 horas) te lleva hasta Aguas Calientes. Es más largo, pero barato y con paisajes espectaculares.
Ya en Aguas Calientes, el último tramo es subir hasta la entrada de Machu Picchu:
Bus oficial: sale cada 10 minutos, demora 25 minutos y cuesta unos 12 USD por tramo.
A pie: unos 90 minutos de subida empinada por escalinatas de piedra; más exigente, pero gratis y con vistas alucinantes.
Si haces este tramo por tu cuenta, sincroniza bien los horarios: tren, bus y entrada deben calzar. Lo ideal es dormir en Aguas Calientes la noche anterior y subir al amanecer para evitar multitudes.
Machu Picchu abre todos los días del año, desde las 6:00 a.m. hasta las 5:00 p.m. (el último ingreso es a las 3:00 p.m.). No importa el mes que elijas, el santuario nunca cierra. Solo el Camino Inca clásico descansa durante febrero por mantenimiento.
👉 Para detalles sobre los tipos de boletos y rutas, revisa la Guía completa de boletos para Machu Picchu.
Aquí es donde muchos viajeros se enredan. Desde 2021, el ingreso a Machu Picchu está organizado en rutas o circuitos oficiales, cada uno con un recorrido diferente. Elegir bien tu boleto marca la diferencia entre ver la ciudad completa o quedarte corto.
Circuito 1: parte alta con vistas panorámicas (la clásica foto de postal).
Circuito 2: el más completo —incluye la vista panorámica y el recorrido por los templos principales—.
Circuito 3: recorrido corto por la parte baja, ideal si vienes desde la montaña Machu Picchu.
Circuito 4: parte baja, con acceso a Huayna Picchu.
Para mochileros que quieren la experiencia completa sin perderse los templos más famosos (del Sol, del Cóndor, de las Tres Ventanas), las rutas 2A o 2B son las mejores opciones.
Huayna Picchu: la montaña que aparece en todas las fotos. Cupos limitados, subidas empinadas y vistas únicas.
Montaña Machu Picchu: menos exigente, pero más larga y con panorámicas increíbles.
Puente Inca: corto y tranquilo, ideal si no buscas grandes ascensos.
El único sitio oficial es machupicchu.gob.pe. Compra con al menos tres semanas de anticipación si viajas entre mayo y septiembre; los cupos son limitados.
No se permite reingresar al sitio una vez que sales.
No se puede subir con trípodes, palos de selfie, drones ni mochilas grandes.
Está prohibido consumir alimentos dentro del recinto.
Los boletos son personales e intransferibles; debes llevar pasaporte o DNI.
Planifica con calma y evita las compras de último minuto. Si viajas en grupo, compra todas las entradas juntas para asegurarte el mismo circuito.
Machu Picchu nunca cierra, incluso cuando el Camino Inca está suspendido en febrero. En temporada de lluvias puede haber niebla, pero también menos gente y una luz más suave para las fotos.
A solo 33 km de Cusco, Pisac marca el inicio del recorrido por el Valle Sagrado. Es el punto donde los Andes comienzan a abrirse y el paisaje se vuelve un mosaico de terrazas verdes, ríos brillando al fondo y pueblos que conservan su ritmo ancestral.
La atracción principal son las ruinas de Pisac, un complejo arqueológico que se extiende por las laderas de una montaña. Las terrazas agrícolas son tan perfectas que todavía hoy se utilizan, y desde arriba las vistas del valle son espectaculares. Además del sector agrícola, hay templos, andenes, cementerios y un sistema de caminos incas que conectan distintas zonas del sitio.
La subida puede hacerse a pie (unos 90 minutos) o en taxi hasta la entrada superior del sitio arqueológico. Si te animas a caminar, lleva agua, sombrero y protector solar: la altura se siente.
Después de explorar las ruinas, baja al pueblo y piérdete en su mercado artesanal, uno de los más coloridos de todo el valle. Aquí encontrarás tejidos, cerámicas, instrumentos y joyas hechas por familias locales. Es un buen lugar para probar empanadas recién horneadas o un choclo con queso, el snack infaltable de los andes peruanos.
Pisac puede visitarse en medio día, pero si vas con tiempo, quédate a ver el atardecer desde el puente del pueblo: el río Vilcanota refleja la luz dorada entre los cerros.
El acceso está incluido en el Boleto Turístico del Cusco, así que guarda ese ticket: lo necesitarás también para otros puntos del Valle Sagrado.
Estos tres lugares forman un triángulo perfecto de cultura, ciencia y paisaje. Están bastante cerca entre sí, por lo que puedes visitarlos en un solo día, saliendo desde Cusco o Urubamba.
Chinchero es un pueblo que parece detenido en el tiempo. Las mujeres visten con trajes tradicionales y tejen en telares con técnicas heredadas de sus abuelas. En los talleres textiles aprenderás cómo se tiñen las lanas con plantas y minerales naturales, una práctica que resume siglos de conocimiento andino. También puedes visitar las ruinas incas y la iglesia colonial, construida sobre los antiguos muros de piedra.
A pocos kilómetros, Moray sorprende por su forma: tres depresiones circulares con terrazas concéntricas. Se cree que los incas las usaban como laboratorio agrícola para estudiar microclimas y adaptar cultivos. Caminar entre los círculos produce una sensación casi hipnótica: el silencio, el viento y la geometría perfecta hacen pensar en un anfiteatro natural.
De allí puedes seguir hacia Maras, un conjunto de más de 3,000 pozas de sal que descienden por la ladera de una quebrada. Cada poza pertenece a una familia del pueblo, y la sal se extrae del mismo modo desde hace siglos: dejando evaporar el agua de un manantial subterráneo rico en minerales. El resultado son capas blancas que contrastan con la tierra rojiza del valle.
Puedes hacer este circuito en taxi privado, tour organizado o incluso en bicicleta para los más activos. Llega temprano: la luz de la mañana hace brillar las pozas de Maras y resalta los tonos ocres de Moray.
El Valle Sagrado no sería lo mismo sin estos dos pueblos. Urubamba es su centro geográfico: tranquilo, rodeado de montañas y con una energía relajada. Aquí los viajeros suelen detenerse un día para disfrutar del clima más templado, probar comida orgánica en huertos locales y descansar antes de seguir camino hacia Machu Picchu. Hay talleres de cerámica, yoga, restaurantes vegetarianos y pequeños mercados con frutas del valle.
A solo 25 minutos está Ollantaytambo, el último pueblo inca habitado del Perú. Sus calles empedradas, muros de piedra y canales de agua muestran cómo se organizaban las ciudades incas. En lo alto se levantan las ruinas de Ollantaytambo, con su impresionante Templo del Sol, terrazas monumentales y vistas panorámicas sobre el valle. Si subes hasta la parte superior, entenderás por qué los incas eligieron este lugar: es una fortaleza natural con una posición estratégica.
Además de ser un sitio arqueológico imperdible, Ollantaytambo es también el punto de partida del tren hacia Machu Picchu. Los trenes de PeruRail e IncaRail salen varias veces al día, así que muchos viajeros eligen dormir aquí la noche anterior para salir temprano.
Si tienes tiempo extra, el entorno ofrece varias actividades de aventura: canopy, escalada en vía ferrata, rafting o ciclismo por los caminos secundarios que cruzan el valle.
Urubamba y Ollantaytambo resumen el espíritu del Valle Sagrado: historia viva, naturaleza y hospitalidad andina. Quedarte aquí una o dos noches permite bajar el ritmo y conectar con el entorno antes de dar el gran salto hacia Machu Picchu.
Para muchos viajeros, la magia de Machu Picchu empieza mucho antes de llegar. Caminar por antiguos senderos incas es una forma de sentir el viaje con los pies, no solo con la vista. Hay varias rutas, cada una con su carácter, duración y nivel de exigencia, pero todas con una recompensa común: llegar al santuario al amanecer, cuando las montañas todavía guardan silencio.
Camino Inca clásico (4 días / 3 noches)
Es el más famoso y el único que ingresa directamente a Machu Picchu por la Puerta del Sol (Inti Punku).
Duración: 4 días, 43 km de caminata entre ruinas, túneles y bosques nublados.
Dificultad: media-alta.
Cierre anual: cada febrero para mantenimiento, aunque Machu Picchu sigue abierto.
Importante: se requiere guía y permiso oficial; los cupos se agotan con meses de anticipación.
Salkantay Trek (5 días / 4 noches)
Una alternativa sin restricciones, más libre y aventurera.
Cruza el paso del nevado Salkantay (4,600 m) y desciende hacia la selva alta.
No requiere permisos.
Ideal para quienes buscan paisajes extremos y un reto físico.
Inca Jungle (3–4 días)
Una opción híbrida que combina aventura con paisajes tropicales.
Incluye tramos en bicicleta, rafting, canopy y caminata.
Perfecta para mochileros con menos tiempo y ganas de adrenalina.
Lares Trek (4 días / 3 noches)
La ruta cultural.
Pasa por aldeas quechuas donde se conservan tradiciones textiles y agrícolas.
Termina en Ollantaytambo o Aguas Calientes.
Menos transitada, más íntima.
Camino Inca corto (1 día)
Para los que sueñan con llegar caminando pero no disponen de varios días.
Empieza en el km 104 del tren y llega a Machu Picchu el mismo día por el Inti Punku.
Requiere reserva anticipada, pero no campamento.
Cada trekking tiene su propia historia y ritmo. Si lo tuyo es el desafío físico, el Salkantay será inolvidable; si prefieres conectar con comunidades locales, Lares es la elección. Sea cual sea la ruta, lleva ropa por capas, protector solar, poncho de lluvia, y sobre todo, paciencia: el camino también es parte de la experiencia.
El Valle Sagrado no es solo ruinas y mercados. También es uno de los mejores escenarios de Sudamérica para practicar deportes de aventura entre montañas, ríos y acantilados. Si te sobra energía después de visitar los templos incas, aquí puedes ponerla a prueba.
Rafting en el río Urubamba
El tramo entre Cusipata y Ollantaytambo ofrece rápidos de clase II a IV, dependiendo de la temporada. La mejor época es entre abril y noviembre, cuando el caudal es ideal. Hay agencias locales que incluyen transporte, equipo y guía.
Canopy y zipline
Varias zonas del valle —como Maras, Pachar y Urubamba— tienen circuitos de tirolesa con vistas impresionantes. Algunas líneas superan los 400 metros de altura y atraviesan quebradas con vistas al río.
Escalada en vía ferrata y Sky Lodge
En Pachar, puedes escalar una pared vertical equipada con peldaños metálicos. Arriba te espera una vista inmensa del valle y, si te animas, una noche en cápsulas transparentes suspendidas sobre el abismo.
Ciclismo de montaña
Rutas como Moray–Maras–Urubamba combinan descenso, cultura y paisajes rurales. Se puede alquilar bicicleta en Cusco o Urubamba, o contratar un tour guiado.
Parapente en el valle
Cerca de Chinchero hay despegues para vuelos en tándem que ofrecen una panorámica única del valle y los glaciares del Urubamba. Ideal para quienes buscan un cierre con adrenalina y calma al mismo tiempo.
Todos estos deportes se realizan con empresas locales certificadas; conviene revisar el clima y reservar con un día de anticipación. No necesitas ser atleta: basta con tener curiosidad y ganas de salirte un poco del camino habitual.
Después de recorrer el valle, el viaje desemboca en un pequeño pueblo rodeado de montañas y neblina: Aguas Calientes, también conocido como Machu Picchu Pueblo. Es el punto base antes del ascenso final al santuario.
Aquí el ambiente es 100% mochilero. Calles empinadas, cafés, hostales, puestos de comida y cientos de viajeros preparando su visita para el día siguiente. A pesar del caos ordenado que a veces reina, el lugar tiene su encanto: escuchar el río desde los balcones y ver los trenes pasar entre la niebla es parte de la experiencia.
Para relajarte antes de la gran subida, puedes visitar los baños termales, ubicados a unos 10 minutos del centro, o caminar hasta la cascada de Mandor, rodeada de orquídeas y aves. Si prefieres algo más tranquilo, hay bares y restaurantes con menú para mochileros (y wifi decente) donde todos terminan intercambiando rutas e historias.
La mayoría de viajeros pasa aquí una sola noche. Lo ideal es llegar por la tarde, descansar y madrugar al día siguiente para tomar el primer bus o empezar la caminata al santuario. Los buses suben desde las 5:30 a.m. y el recorrido dura unos 25 minutos. Si decides hacerlo a pie, calcula entre 60 y 90 minutos de ascenso constante.
El clima es templado y húmedo todo el año. Machu Picchu abre todos los días, desde las 6:00 a.m. hasta las 5:00 p.m., así que incluso si llueve o hay niebla, el sitio no cierra. Durante febrero —cuando el Camino Inca está cerrado— puedes llegar sin problema en tren o por la ruta de Hidroeléctrica.
Antes de subir, lleva tu entrada impresa o digital, pasaporte y agua. No hay tiendas ni baños dentro del santuario, así que prepárate para pasar unas horas desconectado del ruido, pero completamente conectado con la historia.
Aunque llegar a Machu Picchu es una aventura en sí misma, estar bien preparado marca la diferencia entre una visita mágica y una llena de estrés. Estas recomendaciones están pensadas especialmente para mochileros que quieren disfrutar del santuario sin contratiempos.
📅 Planifica con tiempo.
Machu Picchu abre todo el año, incluso en febrero. Sin embargo, los boletos y trenes suelen agotarse entre mayo y septiembre. Reserva la entrada oficial en machupicchu.gob.pe al menos tres semanas antes. Si viajas con guía, confirma que esté acreditado por el Ministerio de Cultura.
🕕 Horarios ideales.
El parque abre a las 6:00 a.m. y el último ingreso permitido es a las 3:00 p.m. El amanecer (6:30 a.m.) y las horas cercanas al cierre (2:00–3:00 p.m.) son los momentos con menos gente y mejor luz para fotos.
🎒 Qué llevar.
Pasaporte (obligatorio para ingresar).
Boleto impreso o en el teléfono.
Agua, protector solar, repelente y snacks ligeros.
Poncho de lluvia entre noviembre y marzo.
Ropa por capas y calzado antideslizante.
🚫 Qué no llevar.
No se permiten bastones con punta metálica, drones, paraguas, trípodes, mochilas grandes ni alimentos para consumo dentro del sitio. Hay guardarropas y baños fuera de la puerta principal.
☁️ Clima y temporadas.
De mayo a septiembre: clima seco y vistas despejadas.
De octubre a abril: lluvias breves, menos turistas y paisajes más verdes.
Aunque el Camino Inca clásico cierra en febrero, Machu Picchu sigue recibiendo visitantes sin interrupción.
📸 Tips de experiencia.
Entra con el primer grupo para ver cómo las nubes se disipan sobre las ruinas.
Si haces la ruta a pie desde Aguas Calientes, lleva linterna: los escalones son empinados.
Guarda unos minutos en silencio en la zona alta: el sonido del viento vale más que cualquier guía.
💡 Extra mochilero: lleva efectivo en soles. Algunos servicios (como los buses o baños) no aceptan tarjeta.
En resumen, Machu Picchu no exige perfección logística, sino ritmo. Planea, pero deja espacio para el asombro: el lugar tiene una forma misteriosa de ordenar el viaje por sí mismo.
Cada viajero vive el Valle Sagrado a su manera. Algunos prefieren caminar durante días por senderos incas; otros disfrutan del viaje en tren entre montañas y ríos. Aquí tienes dos rutas posibles —una clásica y otra aventurera— para que elijas según tu estilo y tiempo.
Día 1: Cusco – Pisac – Noche en Urubamba
Llega temprano a Cusco, aclimátate y parte rumbo al Valle Sagrado. Explora las ruinas de Pisac y su mercado artesanal. Cena tranquila y descanso en Urubamba.
Día 2: Chinchero, Maras y Moray – Noche en Ollantaytambo
Visita los talleres de tejidos en Chinchero, las terrazas circulares de Moray y las salineras de Maras. Llega a Ollantaytambo al atardecer y recorre sus calles incas iluminadas por faroles.
Día 3: Ollantaytambo – Tren a Aguas Calientes
Sube temprano a la fortaleza, luego aborda el tren hacia Aguas Calientes (1h45 aprox.). Noche en el pueblo, idealmente cerca de la estación para madrugar.
Día 4: Machu Picchu – Retorno a Cusco
Sube al santuario al amanecer. Haz el recorrido con calma: templos, miradores, terrazas. Por la tarde, tren de regreso a Ollantaytambo y bus a Cusco.
Día 5: Día libre en Cusco
Paseo por San Blas, café con vista o simplemente descanso para absorber todo lo vivido.
Según el Ministerio de Cultura, el Camino Inca clásico tiene una duración de 4 días / 3 noches, con llegada a Machu Picchu al amanecer del cuarto día.
Este trekking solo cierra en febrero por mantenimiento; Machu Picchu sigue abierto todo el año.
Día 1: Cusco – aclimatación y preparación
Descansa, revisa equipo, compra snacks y coordina con tu agencia.
Día 2: Inicio del Camino Inca (km 82 – Wayllabamba)
Primer día de caminata suave entre ruinas y bosques. Campamento nocturno bajo las estrellas.
Día 3: Paso de Warmiwañusca (4,200 m)
El tramo más exigente, con ascensos pronunciados. Las vistas recompensan cada paso.
Día 4: Ruinas de Phuyupatamarca – Wiñay Wayna
Tramos arqueológicos ocultos entre la neblina y el verde intenso de la ceja de selva.
Día 5: Amanecer en Inti Punku – Machu Picchu
Llegada por la Puerta del Sol justo cuando el sol ilumina la ciudad. Recorrido guiado y retorno a Cusco por la tarde.
Otras opciones:
Salkantay Trek (5 días): libre, sin permisos.
Inca Jungle (4 días): con deportes de aventura.
Lares Trek (4 días): cultural y tranquilo.
Ambos itinerarios terminan con la misma sensación: que Machu Picchu no es solo un destino, sino un cierre perfecto para un viaje que empezó mucho antes. Cada paso —ya sea sobre los rieles del tren o los senderos incas— te lleva a un mismo lugar: a entender por qué este sitio sigue latiendo como el corazón del mundo andino.
Cuando llegas a la cima y ves Machu Picchu entre la neblina, el silencio lo dice todo. No importa cuántas fotos hayas visto antes, nada se compara con el momento en que los primeros rayos de sol iluminan las piedras y entiendes que estás parado en un lugar construido más con fe que con fuerza.
Machu Picchu no es solo una ruina majestuosa: es una conversación entre el ser humano y la montaña. Los incas no eligieron ese punto por casualidad; lo hicieron porque allí el cielo, el agua y la tierra se encuentran. Por eso, más que visitar el sitio, uno termina sintiendo que fue invitado.
El viaje por el Valle Sagrado —desde Pisac hasta Ollantaytambo, desde los talleres de Chinchero hasta los caminos que llevan al Inti Punku— es una lección sobre equilibrio. Cada pueblo, cada piedra y cada sonrisa local recuerdan que el turismo también puede ser una forma de cuidar.
Muchos llegan a Machu Picchu esperando un cierre, pero lo que se abre es algo distinto: una conexión con el paisaje, con la historia y, sobre todo, con uno mismo. Quizás por eso todos regresan distintos.
Así que respira hondo antes de irte. Mira el río Vilcanota correr allá abajo y guarda esa imagen. No hay souvenir que la iguale.
Si después de esta ruta te queda curiosidad —o energía para seguir explorando—, el viaje continúa.
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